domingo, 20 de noviembre de 2011

pensamientos aleatorios 1

¿Qué pasa cuando llega un momento en el que te dicen qué es lo que tienes que sentir? ¿O qué es lo que tienes que pensar, cuándo reir o qué hacer con tu vida? Explotas. Y cuando lo haces te llena la tristeza. Recoger todos los pedacitos en los que te has roto cuesta. Y más aún si siempre te estás rompiendo. Una y otra vez.
Al final te planteas seguir la corriente, ser uno más, aceptar que te digan lo que tienes que hacer y que te importe lo que piensen los demás. Acabar con todo, darles la razón. Sentar la cabeza. Dejar de crecer como persona. Abandonarte a las masas, que hagan lo que quieran contigo, qué más da.
Pero ese es el camino fácil, la vía más rápida.
Ahí es cuando te toca plantearte qué clase de persona eres. Si te asusta que el mundo pueda contigo y se te coma de un bocado o si eres de esas personas que nunca se rinden.
Pues yo he descubierto que hay un punto intermedio.
Y es lo peor que me podía pasar, porque estar ahí, entre una clase y otra de persona es lo que te hace dudar, sentirte perdido.
No importa que te digan "déjalo ya" o "pasa de lo que te digan". Las opiniones de los demás llegan a un punto en el que no sirven de nada. Y aquí es donde repito que para algunas cosas, estamos completamente solos.
Odio que las crías de hoy en día pongan en su superestado del tuenti cosas como "la vida es muy corta, haz tal o cual..." o "en esta vida lo mejor que puedes hacer es blablabla...". No tienen ni idea, no tenemos ni idea de lo que es la vida porque no hemos vivido ni la mitad de nuestra existencia.
Pero lo que sí que he aprendido es que hay momentos en los que vamos a estar solos y nadie podrá decidir por nosotros. Eso, y también que me gusta ir por el camino difícil. Las cosas se complican solas, pues compliquémolas más, hagamos que sea más entretenido. Por la vía larga.
Y que se jodan los demás que llegarán antes, porque sí, para ellos habrá sido más fácil.
Pero yo seré única.